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sábado, 23 de febrero de 2013

PORTADA DE LA FURIA DE LOS MALDITOS-DE ALEX TOWERS


portada de la novela la furia de los malditos de alex towers,publicada el año 1985 por ediciones forum de la serie galaxia 2000 con el nº 29 y 94 paginas y cubierta de vicente ballestar.
UNAS LINEAS DEL PROLOGO
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Entro en la casa asolada por la furia de lo maldito y camino por el patio sin pararme a mirar los cadáveres que lo jalonan. Asciendo algo tenso por los escalones, algunos de ellos manchados de sangre, y entro en el cuarto que recuerdo muy bien.


Abrigo pocas esperanzas, pero miro por todas partes y escudriño los rincones, levanto una silla caída y me encuentro con el cuerpo mutilado de un hombre.

No lo conozco y sigo, paso a otra habitación y detrás de un armario veo que asoma mi laúd.

Supongo que tardo bastante en reaccionar ante el hallazgo poco esperado de aquel objeto que tanto me ha acompañado en mis horas de soledad, y lo tomo con suma delicadeza, como si temiera quebrar su pulida madera o desafinarlo.

Pulso una cuerda y su sonido se confunde con el que proviene de la calle. Es un grito de muerte. Ellos, pienso, también sufren cuando son heridos, pero no me siento reconfortado porque me pregunto enseguida si la víctima es quien debiera ser o se trata de un inocente.

Con mi laúd en los brazos vuelvo al patio sobre mis pasos. Allí, arriba, en la escalera, me quedo quieto un momento, mirando la máquina que se desliza sobre las baldosas, silenciosa, tétrica y oscura como la muerte misma.

Otras máquinas entran y salen de la casa, discurren por la calle, las veo a través de la puerta abierta del zaguán.

Ahora es un aullido prolongado lo que conmueve el aire.

Otro menos. ¿Cuántos quedarán, cuándo pararán los verdugos de acero? Me respondo a mí mismo que regresarán a sus cubiles en el momento en que su tarea finalice, pero no sé a qué hora ni qué día.

Sé que saldrán a los campos, recorrerán las grandes extensiones y no se detendrán hasta que no les sea dispuesto que dejen de blandir sus zarpas cubiertas cien veces de sangre.

La máquina se detiene al pie de la escalera y sé que me analiza, me estudia, y sólo me muevo para apartar de mí el laúd y mirarlo.



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