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viernes, 22 de febrero de 2013

PORTADA DE CADETE DEL ESPACIO DE ALEX TOWERS


PORTADA DE LA NOVELA CADETE DEL ESPACIO DE ALEX TOWERS:editada por ediciones forum
el año 1985,de la serie galaxia 2000 nº23 y 96 paginas y cubierta de bea/ag-sl
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curiosamente hay otra novela titulada de la misma forma:cadete del espacio escrita por
Robert A. Heinlein  y editada el año 1976 por sagitario,de la serie sagitario ficcion nº 2 y 261 paginas
cubierta de   Octavi Samsó
y traduccion de  Luis Vigil









acontinuacion unas pocas lineas de la  novela de alex towers-


En el planeta Perfidia sólo había una ciudad donde un hombre podía dar rienda suelta a sus instintos mal reprimidos durante varias semanas de permanecer en el espacio: Ujur, y en Ujur la zona más adecuada era la que yo recorría aquella noche fría.


El conjunto de calles del barrio más divertido de Ujur era perfectamente conocido por mí; lo había visitado en otras ocasiones, la última hacía cinco años. Por entonces sólo era teniente, más jóvenes mis ilusiones y casi intacta mi ingenuidad.

Ahora llevaba mi distintivo de capitán debajo del gabán y me sentía irritado a pesar de que intentaba comprender al sargento Horace Blackstone. Aquel hombretón, casi un gigante, me había desobedecido y escapado furtivamente del área. Para Horace suponía demasiado permanecer otra noche más dentro de la nave, esperando la autorización de nuestro jefe de sector para echar una cana en la ciudad.

Como Perfidia continuaba siendo un mundo apartado de nuestra jurisdicción, a pesar de que nos toleraba y permitía que nos avitualláramos en él, sus líderes no consentían ver en sus dominios, excepto en el área perfectamente delimitada, un uniforme como el nuestro.

Así estaba yo aquella noche, recorriendo las calles y visitando todos los tugurios donde me imaginaba podía encontrarse el sargento. Y lo peor era que tenía que darme prisa si quería evitar que Horace se metiera en un conflicto. Aunque mi subordinado aguantaba bien el vino y los licores, todo hombre tiene un límite en su capacidad de resistencia y me estremecía pensando lo que él, Horace, era capaz de hacer con la mente enturbiada por el alcohol, alguna droga a la que no estuviera habituado o exaltado por los encantos de las bellísimas cortesanas de Ujur.

Había visitado varios burdeles, desde los más lujosos hasta los menos recomendables; echado un fugaz vistazo en las tabernas, sólo fugaz porque la estructura de los aborígenes de Perfidia me permitía saber enseguida si Horace estaba o no entre ellos; mirado con intranquilidad los pestilentes sótanos donde gemían los drogadictos.

Sólo me quedaban por visitar las casas de juego. Horace, después de las mujeres y la bebida, sentía pasión por una partida, de lo que fuera. No necesitaba más que se apostara fuerte. Precisamente el día anterior había recibido parte de su paga y la había ingresado en su tarjeta personal, la cual, si no le habían limpiado ya, debía tenerla con un buen saldo.

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